jueves, 18 de septiembre de 2008

Juan Carlos Mestre. La casa roja


En el repaso que hacemos a las críticas pasadas nos toca un libro que ya salió hace tiempo. Se trata de "La casa roja" de Juan Carlos Mestre. Edita Calambur.

Hemos tomado como referencia la crítica de Ángel Luis Prieto de Paula porque fue la primera que apareció. La segunda crítica es de la pasada semana, la escribe Ainhoa y sólo la selección de los versos nos lleva a pensar que pertenecemos a especies distintas. Ambas reseñas pueden leerse aquí:

http://www.calambureditorial.com/es-calambur-editorial-sl-resenas.html

Nuestra objetividad es baja en este caso (4 / 10) como lo es la de cualquier persona que conozca al poeta. La objetividad de Ángel Luis tampoco creemos que sea muy elevada (5/10) a tenor de ensayos y otras reseñas que ha escrito.

Anticipamos que nuestra nota final sobre el poemario es positiva pero tenemos dudas respecto al libro y al modo en que está escrito y tratado. Vamos a poner nuestras dudas en voz alta, de manera que independientemente de una nota al menos quede lo más claro posible nuestras sensaciones y pensamientos.

Vamos a comenzar diciendo lo que no nos ha gustado, para tratar de terminar de manera más dulce:

1) Abuso de la figura de la anáfora: Resulta casi extenuante el abuso que el poeta realiza de esta figura. Se repite poema tras poema creando una monotonía similar a la que se trata de evitar contando sílabas. En algunos casos, como en el famoso y muy recitado Cavalo Morto, el poema parece pedir esa figura y está mejor resuelta, pero en muchos otros casos resulta fácil y cansina ("Eclipse con Rimbaud", "Informe sobre el orden público", "Allen Ginsberg", "Sucede", "Amiri Baraka", ). De hecho, si la solución al monótono ritmo endecasílabo es la anáfora, parece más bien que retrocedemos sobre nuestros pasos.

2) Abuso de la imagen y metáfora: Si bien en ocasiones Mestre alcanza la genialidad con sus imágenes, los poemas están en muchas ocasiones sobrecargados, tanto que podríamos hablar de un barroquismo imaginista. La excusa del irracionalismo no sirve ante muchas imágenes que se quedan arbitrarias, fruto sin duda, y gran diferencia en nuestra opinión con Prieto de Paula, de un automatismo llevado al extremo y no del todo entendido, y de un exceso esteticista en el que la imagen pierde su significado para quedarse en adorno, significante versus significado, exceso de adjetivos...: "sucede la oreja del nautilus en el buzón de las nieves astutas", "Soy la cuchara de zinc sobre las alpargatas del lóbulo.../.../Soy el meritorio sobornado por el trébol de las aviadoras", "No eres más hermosa que la estela con sabiduría de los poetas circundidados", "Igual las tormentas sentimentales se agitan como leviatanes en el guante de una gota de lluvia", "hasta que parezcas un arbol que regresa de hacer el amor", "la eternidad solo queda a tres cuartos de hora en dirección al próximo concesionario", "Gusanos gramáticos que se meten por debajo de la puerta como un claro de luna en el autoservicio del insomnio" ), El poeta, por otra parte, se siente mejor manejando las imágenes puras, más difíciles de lograr, que en las más sencillas metáforas, en donde se pierde en muchos casos la brillantez ("entre los juncos de la razón", "la aorta de las constelaciones acogida en sus sienes", "la cripta del corazón", "el abedul de su pensamiento", "la ingeniería del fracaso", "las bibliotecas de la lactancia", "Debería de llamar a un cerrajero para que me abriera el futuro", "...he dejado la religión del tabaco. No fumo promesas, sólo aspiro opiniones"). Ocurre lo mismo con las comparaciones ("cuya eternidad es breve como columna de lágrimas", "la tierra es brillante como escamas de pez". En algunos poemas esta sobreabundancia se hace más evidente, como en "Metamorfosis",

Por resumirlo en alguna metáfora, mala por cierto, no se puede hacer un concierto en el que toque tan sólo la sección de metal.

3) El esteticismo se recarga a veces en determinadas expresiones: "como si las nubes fuesen un regalo de Navidad", "acantilado de las estrellas", "las mariposas blancas de la melancolía", con algún eco lorquiano no precisamente de "Poeta en Nueva York" querido profesor, "haciendo sonar el claxon de la luna", "el tendero que lleva ramos de aurora sobre los hombros", "rozan sus codos de oro en las orillas que fecunda el poleo",

4) Extensión: El exceso imaginista y a veces esteta se corresponde con una extensión de los poemas, y del propio libro, a nuestro juicio excesiva. Muchos de los poemas quedarían más brillante con menos versos, y la lectura sería más concentrada. No pedimos al poeta que se vuelva esencialista pero sí cierta moderación en la extensión de su discurso. Aunque el poeta proclama "Dejemos de ser directos, vayamos dando un rodeo al grano", a veces el rodeo se hace excesivo.

5) Prosaísmo: En algunos casos, pocos pero evidentes, el poema cae en un prosaismo algo desconcertante. Ejemplos: "La asamblea", "Alocución en la academia de los botones chapados", "Mc Sonet", "C.3.3.",

1) Magia: Desde el primer poema, "El adepto", parece claro el tono mágico que el resto del libro va a tener y la capacidad que en ocasiones tiene el poeta para realmente convertirse en ese mago, ese sacerdote de Zoroastro ("confieso adorar descalzo el triángulo de la piedad que otros llaman cubo de Zoroastro") o el chamán de la tribu, y comunicarnos sus conjuros: "Yo hablo con lava de lo ardido y humo de diamante"; "Está sentado sobre cuanto fue lo real, frases lavadas, rifas de santero...", "los dedos del niño Juan juegan con la chapa de la luna doblada", "Tenga presente que toda adolescencia es un lugar bíblico en conversación con la arquitectura solar", " He abandonado a la última anciana que prometía la Tierra /.../ Este trozo de papel, un ruido de mensajeros desvalijando la vida en las afueras del Apocalipsis", "cantan sus sandalias como nutrias en los escalones del eucalipto", "Dicen que cada siete segundos pasa desapercibido un milagro. Yo soy el amor, tú eres el amor, nosotros fuimos el amor. Por el amor en peligro, uno, dos, tres salvavidas".

2) Irracionalismo bien empleado: Por supuesto, el poeta acierta también en muchas ocasiones en su irracionalismo: "Era el séptimo día, es decir, un huevo de alondra", "el que en un instante es articulación de lobo y árbol de rodillas", "En tres de cada dos cabezas la imaginación es un grifo",

3) Imágenesm y alguna metáfora, muy brillantes: Uno de los problemas de analizar este libro de Mestre es que, cuando el poeta acierta, lo hace de manera tan brillante que el resto de imágenes y metáforas, las que se suelen encontrar en la mayoría de libros, parecen realmente malas. El propio poeta escribe en un verso: "No basta con tener talento, incluso es contraproducente". Así, nos quedamos con ese bienaventurado con "hocico de linterna", "cada palabra es una tijera que se multiplica"; varias del excelente poema "El poeta": "al que oye sus palabras como relato de un robo", "pan nublado del sábado"; versos como "El olvido utiliza los ojos del diablo para observar la organización de la monotonía"; la magnífica comparación "me obligaron como se obliga a un extranjero / a subir a un tren y abandonar la ciudad", "esa sensación de brigada antinarcóticos registrando el caballo de Troya en busca de la noche primaveral", "gente que compra en las farmacias de guardia una docena de rosas", "Bajo el tocadiscos del obelisco hay una gasolinera para golondrinas y un ramo de novia con aroma a guillotina francesa", "Pienso en el país natal de las prostitutas y en los pájaros de papel amarillo que arrastra un niño sobre las vías del tren", "Un teatro vacío es un muchacho fusilado en el bosque", "...como espuma de afeitar desprendida de los glaciares hacia la cháchara de las cañerías",

3) Finales: El autor cuida los finales muy bien, ya sea los de un poema pequeño como "Antepasados", con una comparación, ésta sí, excelente ("hablar de la necesidad como se habla en las aldeas / de todas las cosas pequeñas que se pueden envolver con cuidado en un pañuelo"), el final del Salmo de los Bienaventurados o como en el poema final del libro, "Veinte euros de gelatina de calabaza", en donde el poeta termina de manera excepcional,

"Una casa donde los cadernales negros sacrifican papagayos a la voz del diluvio",

4) Sentido del humor e ironía: Refrescante en general, con la excepción del instructivo para el teléfono móvil o "La cabeza, el poema "Pequeña conferencia", y a partir de éste en muchos otros: "como simples picapedreros bordamos los epitafios", "no siempre detrás de un libro premiado apunta maneras un cachorro de setter", "Cuando el amor se termina.../.../Las deliciosas películas de arte y ensayo se vuelven aburridas", "Trágico porvenir la ronquera de Sibila en el frigorífico de la última morgue",

5) Sutileza a la hora de referirse a poemas de ahora: Lejos del panfleto y la arenga narrativa, salvo algún caso aislado como "La confesión", por extemporánea, Juan Carlos trata con sutileza, ironía y lirismo temas de hoy en día: "El árbol que viste crecer de niño grita en el aserradero", "Nos tratan como a las ocas blancas del domador de caballos, delincuentes cuyo índice de audiencia está que se desploma", "han pasado cien años y seguimos igual, eligiendo Cardos de la Sabiduría para la Academia de los Nenúfares", "Los ojos de Martin Luther King se enfrían bajo los pisapapeles", "Quitan el polvo a libros que nunca leerán...Nadie sabe que dios de las pequeñas cosas aún les hace sonreir en las fotografías. Caminan hacia el metro, beatrices de Dante...", "La poesía aritmética goza de buena salud, y basta saber contar hasta once en la manivela de los leopardos",

Valoración del libro "La casa roja": 7,5 / 10

51 comentarios:

Anónimo dijo...

Saludos una vez más.

Me gusta la reseña y valorar los pros y los contras en un libro que ha sido recibido por muchos con cierta aquiescencia acrítica. Es cierto que en una primera lectura el texto puede deslumbrar y cegarnos ante las evidencias que señaláis, pero una segunda y tercera lectura, más mesuradas, ajustan y corrigen ese fervor primero.

En verano ya di mi opinión y como sería de mal gusto trascribir lo que antes puse, lo parafrasearé:

-La originalidad del libro queda en entredicho cuando han existido poetas como Huidobro, Larrea, Gómez de la Serna, Girondo o Pérez Estrada, por citar sólo a los que utilizaron, en castellano, recursos estilísticos análogos. Es un libro original si lo comparamos a los clichés de la experiencia, pero no sé hasta qué punto no es "retrógrado" o "involucionista" utilizar el automatismo y otros procedimientos de las vanguardias de principios del siglo XX a principios del XXI. Ese mismo reproche se le puede hacer a los primeros libros de Blanca Andreu: ¿es original el surrealismo en la poesía en los años ochenta? En la poesía española, quizá; en la literatura universal, más bien dudoso.

-La extensión de libro es excesiva porque su lectura no soporta la monotonía de registros: la repetición de estructuras y la sobredosis de imágenes y metáforas. Recortarle un 30 o 35 % habría redundado en un libro muchísimo mejor. Tal como está, dista mucho de ser la obra maestra que habría podido ser.

-Lo arbitrario y gratuito de tantas metáforas y comparaciones. En un poema no tiene por qué primar una lógica aristotélica, pero sí una lógica poética interna que vertebre el discurso y no lo haga parecer una sucesión gratuita de encrucijadas o intersecciones de campos semánticos disímiles.

-El autor parece enfeudarse en una cadencia hímnica a veces lapidaria, a veces innecesaria, a todas luces excesiva: aplica el mismo tratamiento a poemas ostensiblemente declamatorios y a otros que se habrían beneficiado de un "tono menor" o "intimista". Esta homogeneización estilística resta al libro variedad y agilidad y lo aboca a una gravedad mineral: palabras y estructuras pesan demasiado, falta tensión aérea y dinamismo, el discurso se anquilosa por el ritmo reiterativo.

-Un excesivo barroquismo en las imágenes. Esto depende del gusto de cada cual, evidentemente; yo estoy con Borges cuando afirma que el arte barroco se siente como un ejercicio de la vanidad. Mestre, cuya figura y escritura admiro a pesar de estas críticas, peca, y no creo equivocarme, de cierto narcisismo esteticista: le gusta ser admirado en su escritura y cultiva cierta pose. Legítima, por supuesto, y simpática para este lector, pero pose al fin y al cabo.

-Reconozco que esto es un capricho personal, pero no me gusta la interpolación de poemas de libros anteriores, en nigún autor. No entiendo a qué viene introducir un poema redondo de un libro anterior: ¿acaso Mestre no confiaba en la estructura de su poemario, y ha creído necesario apoyarse en un hit de probada solvencia como "Antepasados" (para más inri, mi poema favorito del libro y resulta que se publicó en los ochenta)?

-Escasa evolución del estilo de Mestre. Si comparamos "La casa roja" con "La tumba de Keats", que acabo de leer, sorprende que hayan pasado diez años en la redacción de ambos libros: los poemas de la "La tumba" podrían estar en "La casa roja" y viceversa. No se aprecia la más mínima evolución estilística y sí idéntico recurso a las figuras explicadas por los Addison. En ciertos aspectos incluso da la impresión de que el poeta da un paso atrás y utiliza esos recursos retóricos con menos fortuna y propiedad, con mayor pesadez que en "La tumba de Keats".

A pesar de todo lo dicho anteriormente, a este lector no poeta, menos que anónimo y poco cualificado en estas lides, el libro de Mestre le parece de lo mejorcito del año en poesía española. Un libro que, pese a sus fallos evidentes, alcanza momentos de vertiginosa intensidad y gran altura poética, además de exhibir un talento retórico exorbitante y al alcance de pocos.

Nota de anonimito: 7

Anónimo dijo...

Me reincorporo. Yo al grano, que no soy Mestre. Esto es una contra a anonimito con todo mi afecto. Con la crítica addison estoy bastante de acuerdo.

1.- No podemos pedirle a un libro que sea un salto en el vacío. Cada uno de esos autores ha bebido de autores previos. El propio Pérez Estrada, íntimo de Mestre, le debe más a éste que viceversa. El libro es original. No podría estar escrito por otro poeta.

2.- De acuerdo respecto a la extensión. Pero matizando, más que la extensión, si todos los poemas fueran igual de buenos, ojalá tuviera mil páginas. El libro de Elytis se me hizo corto y tiene más de 600 páginas.

3.- No entiendo del todo la palabra lógica y no lo digo en plan pedante. Lo que puede ser lógico para una mente puede ser ilógico para otra.

4.- Ligado a lo anterior, tampoco creo que haya un exceso de imágenes. Creo que hay irregularidad en la calidad mismas. Comparto los ejemplos de los addison pero si todas fueran como esas imágenes que estremecen, ojalá se repitieran. Las chicas multiorgásmicas me entenderán, y perdón por la tangente.

5.- No creo que el libro sea homogéneo estilísticamente como dices. Los addison lo mencionan cuando dicen que se nota el paso del tiempo en los estilos. Hay poemas muy prosaicos, muy líricos, mágicos, irónicos. En el mismo sentido, no veo esa "cadencia hímnica" como algo general. No tiene nada que ver el estilo de un poema de amor con un poema irónico con un poema "religioso". No veo esa homogeneidad.

6.- De acuerdo en el barroquismo. No es un defecto per se. Es una cuestión de gustos, como tú mismo señalas.

7.- Respecto a la "interpolación", el libro tiene 160 páginas en par e impar. Es el equivalente en páginas a un 300 páginas de Tusquets (gracias al editor por evitar la sangría arbórea). Si me regalan un clásico como el que mencionas, bienvenido sea. No me sobra. Enriquece.

8.- Yo si veo evolución. En los poemas de amor, en los poemas que los addison llaman de temas de hoy. Por supuesto el poeta tiene su estilo. Pero creo todos los grandes artistas lo tienen.

Yo no pongo notas pero me parece un gran libro. Que tiene defectos, seguro. Este poeta se la juega en cada verso como pocos hacen. Pero bendito sea por cada vez que acierta.

Anónimo dijo...

Me halaga, Ana, que me hayas refutado punto por punto. No estoy de acuerdo en nada de lo que planteas, pero agradezco tu atención: el libro de Mestre lo merece. Yo no. No tengo mucha idea de literatura y la verdad, de nada que merezca la pena.

Ya me he dado cuenta de que mientras es lícito criticar a otros (a veces muy duramente) en estas páginas, las críticas al sacrosanto Mestre no son bienvenidas. La culpa es mía porque es algo que ya sabía y no escarmiento.

Me hago eco y callo.

Buenas noches.

Anónimo dijo...

Nunca he podido con la poesía de Mestre. Creo que tiene talento pero también creo que es excesivo y que impone al lector sus excesos. La moneda de cambio -las imágenes brillantes y su sin duda brillante uso del lenguaje- no compensan y, desgraciadamente, se pierde en su histriónico monólogo. Si consiguiera guardar más silencio, sería un gran poeta. Pero es sólo una opinión, de todo esto sé bastante poco. Jaula.

Anónimo dijo...

Bueno, tuve una mala noche y respondí con cierta acritud. Mis disculpas...

Me dispongo a replicarte, Ana, también punto por punto, y también, cómo no, con el inmenso cariño que me inspiras:

-No podemos pedir a los poetas que den saltos en el vacío, es cierto. Pero sí que traten de depurar su estilo y abrir nuevas brechas. Que interroguen su propio lenguaje, que es un trasunto de su Weltanschauung. Y Mestre parece monolítico, marmóreo, plumbeo: pesan sus palabra, y cómo dice las cosas nos impide ver lo que dice: cortocirtuita el contenido... O más bien, no, porque todo arte barroco es superficial, es decir, trabaja con superficies, con ornamentos, florituras, relieves, texturas (es un arte "pictórico", como pintor es, y excelente, este poeta). Para mí la poesía de Mestre carece, en ese sentido, de profundidad: es un artefacto muy bien construido debajo del cual hay poco "contenido": sangre, herida, pulsión, lo que al menos yo busco en un poema.
Sin duda, "La casa roja" sólo ha podido escribirlo Mestre; no me refiero a eso cuando hablo de originalidad. Por ahí lee uno elogios tan empingorotados que parece que Mestre hubiera inventado el surrealismo, la escritura automática y la metáfora. Lo único que quiero decir es que su supuesta innovación no es tal: son procedimientos que se inventaron hace un siglo. Por lo tanto, originalidad relativa, en el seno de la poesía española: sin duda. Originalidad dentro de la literatura universal: escasa.

-"Si todos los poemas fueran igual de buenos ojalá tuviera mil páginas". ¡Esto tampoco sería muy bueno, Ana, tú que celebras el celo ecológico de Calambur! De todos modos, no hay poemario en el mundo que resista una extensión más allá de lo razonable, creo. ¿No os parece que incluso una obra titánica como "Hojas de hierba" se habría beneficiado de haber tenido unas cuantas páginas menos? Ya, ya sé que los tótems son intocables...

-Por lógica no me refiero a la lógica convencional, sino a una lógica poética interna. En Mestre no la hay, entre otras cosas porque encadena imágenes aleatoriamente y recurre a la escritura automática. Pero incluso en el surrealismo más desaforado puede verse, a veces, esa lógica sutil, inaprehensible, de la que hablo... también hay una lógica en la construcción de las metáforas: no todo vale. Si mezclas dos campos de sentido tiene que producirse algo nuevo, que añada, sume y no reste: no vale cualquier unión azarosa sólo porque suene bien. O eso creo yo, al menos. Da la impresión de que Mestre se deja llevar por la belleza de las palabras, se deja arrastrar por un aluvión verbal y pierde el control de buena parte de sus poemas, que se desbocan sin riendas, los pobres.

-Para mí sí hay exceso de imágenes, es más: buena parte del poemario se basa en enumeraciones y metáforas, en un caudal de imágenes que no te deja respirar. De acuerdo, forma parte de su estilo. Algunos lectores lo encontramos excesivo.

-Dices que es un libro variado estilísticamente. Que hay poemas prosaicos, líricos, irónicos, etc. Más bien parece que los poemas abordan temas diferentes y están declinados en diversos tonos: tonos mayores, declamatorios, o tonos menores, irónicos o lo que fuere... sin embargo, de fondo late la incontinencia verbal de Mestre, que es lo que homogeneiza el libro. Por otra parte, son demasiados los poemarios basados en enumeraciones ("Sucede que..., Sucede que...", "Soy... Soy...", etc); es un procedimiento del que Mestre abusa y que nunca entendí en un poeta (como tampoco lo entiendo en Joaquín Sabina, digamos): una enumeración parece un grifo abierto; en cierto momento cierras el grifo y se acaba el poema y la canción. Como método para construir un poema, la enumeración me parece siempre el más pobre, una solución de comodidad, como si el autor no se hubiera molestado en trabajarse una estructura más elaborada. Manías personales.

-En efecto, el barroquismo no es un defecto per se. Aunque sorprende en un poeta que afirma que Gamoneda es su maestro y mentor. Si esto es así, Mestre no es un alumno aventajado; le queda mucho para superar la lapidaria concisión de aquel.

-Me alegra que no te sobre la inclusión de un poema ajeno. Fíjate que yo creía que era un poema nuevo, porque estilísticamente encaja a la perfección con el conjunto. Cuando me enteré de que el poema tenía 25 años me quedé estupefacto: no se nota nada. Porque el poeta ha evolucionado tan poco que puedes combinar aleatoriamente sus poemas y confeccionar un nuevo libro y siempre quedará bien. Ni más ni menos, Ana.

-Por último, no creo que los aciertos, que son muchos, tengan que servirnos para justificar los errores o cerrar los ojos ante los mismos.

Para concluir, a mí me parece un buen libro, un libro escrito con mucho talento. No un gran libro. Un gran libro es, para mí, una obra redonda, cercana a la perfección (inalcanzable a la postre). Es algo que la mayoría de los poetas -o escritores- no consigue nunca, y los que lo logran suelen hacerlo una sola vez. Un gran libro es un texto en el que todo es necesario y no contingente. Y de eso, de contingencias y azares está lleno el libro de Mestre.

Suscribo buena parte de la opinión de Jaula, con la diferencia de que yo sí puedo con la poesía de Mestre. De hecho, me gusta mucho, aunque no lo parezca a tenor de mis críticas. Pero creo de verdad que necesita depurar y hacer avanzar su estilo para ofrecernos su libro definitivo.


Salud.

Anónimo dijo...

Nota Bene: No querría que los lectores de Mestre se sintieran ofendidos. Soy un ser anónimo de 31 años que se gana la vida en terrenos muy alejados de la poesía y la crítica literaria, no he escrito un verso en mi vida [miento, escribí uno aquí, un verso falso y hueco como él solo] y sólo ofrezco mi opinión como lector. Puede parecer tajante y pedante, pero no es más que eso, mi opinión. Entiendo que en un país que sólo se mueve a impulsos de un maniqueismo tribalista, todo deba entenderse en términos de desmedida efusión o rechazo visceral. Defino mi actitud hacia el libro de Mestre como "adhesión crítica", y creo que sería saludable que, por encima de nuestras pasiones, filias y amistades, pudiéramos ponderar en su justa medida el oro y el cobre que se entrevera en las obras de nuestros artistas.

Abrazos

Anónimo dijo...

Hola
He leído con atención la crítica de los Addison y los comentarios de Anonimito y de Ana. No he leído mucho a Mestre, pero por lo que he leído y lo que aquí decís (por ejemplo en el punto 2, sobre el abuso de la imagen y la metáfora, donde se citan versos que me chirrían bastante), me da la impresión de que esta vez los Addison han sido generosos en su nota (les honra su nota previa sobre la objetividad, eso sí).
Lo que sí me ha alucinado (no la leí antes) es la crítica de Ainhoa... gensanta, como diría Forges. Y se quedará tan feliz al terminar, henchida de gozo y temblorosa de emoción...
No deja de ser curioso que se refiera a los premios despectivamente (aunque tenga razón), sobre todo después de aquella frase en la crítica al libro de Vicente Valero, que no olvido (la frase, no el libro, que sí he olvidado): "Este Loewe lo hemos ganado todos"...

Anónimo dijo...

Bueno, pues parece que voy a estar en franca minoría esta vez defendiendo el libro de Mestre. Curioso. Que el Diablo todopoderoso me acoja en su femenino seno. Respétenme que si sensible, por favor.

Respecto al asunto de la originalidad en la obra de Mestre, uno comienza a analizar la obra de los grandes popes de la literatura o la pintura y ha de terminar borrando la palabra original después de cierta investigación. Los ejemplos son numerosos y podemos entrar en varios si se quiere, pero no quiero pecar de extenso en este primer post. La originalidad siempre termina, y no sólo por etimología, en un origen, normalmente múltiple gracias a la poligamía del arte, y los padres y abuelos que en parte menciona anonimito me parecen de "nobleza" más que suficiente para este poeta.

Que Mestre no inventó el surrealismo ya lo sabemos. ¿Quién ha dicho eso, en qué medio, qué crítico? No creo que nadie en su sano juicio lo haya dicho.

Pero sí le ha dado un toque peculiar al irracionalismo y al surrealismo, un estilo que lo hace singular, y que le convierte, a mi modo de ver, en un gran poeta.

Realmente no estoy de acuerdo respecto a lo que se dice de la lógica. ¿De qué lógica estamos hablando? ¿De la lógica tomista? ¿La deóntica? ¿El logicismo de Russell y Frege? Hmmm. Veamos, los versos sacados fuera de contexto aparentan ser arbitrarios pero tienen un sentido dentro de su propio lógica, lógica distinta a la que tenemos a la hora de leer un poema convencional. ¿Qué en algunos momentos se rompe la relación significante-significado para algunos? ¿Y cuál es el problema? De algo debería haber servido la escuela L=A=N=G=U=A=G=E, los trabajos de Wittgenstein sobre juegos de lenguaje o la metanarrativa de Lyotard. No sé, pedimos riesgo y luego cuando el poeta se arriesga a una lógica casi propia basada, a veces, en las corrientes más modernas del lenguaje, le damos caña porque no lo entendemos. Como decía Collins, golpeamos el poema con una manguera para que nos explique. Si todo libro tiene que adecuarse a una estructura lógico tomista o neo-aristotélica nos cargamos a buena parte de la poesía postmoderna para dicha de Monteros y similares.

En cristiano, lo que para algunos es ilógico e inconexo, para unos pocos retorcidos como yo es un ejercicio muy interesante de poesía postmodernista, en donde la lógica es creada en cada verso y no siempre existe una relación causa-efecto significante-significado, porque no es necesaria. Estoy leyendo cosas que se leían cuando apareció la pintura abstracta hace 100 años.

Sobre el barroquismo, a mi no me sorprende que Juan Carlos sea amigo y admirador de Gamoneda. Gamoneda es también amigo y admirador de Juan Carlos y tampoco decide cambiar su poesía. Si las personas sólo admiraran aquello que son muy similares a ellos difícilmente se iba a enriquecer el arte. Lo de maestro e o mentor no sé donde estará escrito pero un maestro bueno no quiere crear clones.

Personalmente no creo que una escritura esencialista sea por definición mejor que una más recargada. Hay esencialismos que se quedan en la nada y hay barroquismos insufribles para mí, como el de Marzal, García Posada o similares. Y lo contrario.

Sobre el hecho de incluir poemas de otros libros, el poema citado es archifamoso y forma parte de una casa en la que encaja dentro de una habitación muy concreta. Pero hay otras habitaciones que no tienen nada que ver con ese estilo. ¿Qué tiene que ver "Lápida en la biblioteca de Sarajevo" con "Veinte euros de gelatina de calabaza? Y lo he abierto al azar, un poema a cada lado. ¿O Allen Ginsberg con Canción del after-shave, de nuevo uno al lado del otro? Hay muchos Mestres en este libro. A veces pasas por una habitación, a veces por otra. Tengo la creencia, acertada o no, de que los poemas se han convocado a esta casa roja. Y creo que esta casa se ve desde la distancia. Por eso la ven hasta los poemas más viejos.

(Recomiendo la versión de Amancio Prada sobre el poema que le gusta a anonimito).

Respecto a si es o no un gran libro, si un gran libro significa la perfección, entonces mi biblioteca está vacía. Somos humanos y la perfección puede existir en un verso, en un poema casi milagroso, pero nunca en todo un libro.

Yo no le pido tanto a un poeta. Este libro me ha hecho disfrutar, a veces de manera increíble, y hacía tiempo que no disfrutaba tanto leyendo a un poeta español. Que puede llegar a más, sin duda. Yo el primero.

PD.- Sobre Leaves of Grass, te recomiendo la primera edición, la de 1855, en Amazon. Cuesta 3 dólares y tiene ciento y poco páginas. Whitman quería hacer un libro que se llevara en el bolsillo. Luego, el éxito le hizo extenderlo y extenderlo en sucesivas ediciones. Pero el primero y original es de los que te gustan. Cortito y sin nada que le sobre.

Anónimo dijo...

Estimado J.: Celebro, de veras, que no encuentres fallo alguno en el libro de Mestre. Que te parezca inmaculado, dechado de virtudes, inmejorable.

"y los padres y abuelos que en parte menciona anonimito me parecen de "nobleza" más que suficiente para este poeta". Le presupongo nobleza a esos padres y abuelos y también al propio Mestre. También le presupongo nobleza, fíjate, a los abuelos de los poetas de la experiencia, que no me gustan. Estamos hablando de otra cosa y creo que he deslindado lo suficiente qué entiendo por originalidad relativa y absoluta.

Agradezco tus consideraciones sobre la lógica, pero creo que no has entendido a qué me refiero. Nada que ver con la lógica tomista o neo-aristotélica. Creo que has leído empujado por la pasión y no has comprendido lo que quiero decir. Insisto, por tercera vez,en que hay una lógica poemática interna en la que los elementos del poema resuenan unos con otros y sostienen la estructura. Esto no ocurre así en muchos poemas de Mestre, que parecen dilapidados catálogos o enumeraciones azarosas sin mayor construcción.

Nadie ha dicho que la escritura esencialista sea mejor que la recargada. De nuevo creo que la pasión te ciega, J. Te invito a leer lo que digo con un poco más de calma.

Que Mestre llama a Gamoneda maestro y mentor no me lo invento: lo dice en una entrevista en una radio extremeña. Tiendo a creer que el alumno es el que aprende del maestro, no al revés. Me vas a perdonar pero creo que a día de hoy la poesía de Mestre no alcanza el nivel del mejor Gamoneda (el Gamoneda a partir de 1976). Así que, si quiere seguir siendo un buen alumno, le quedan algunas lecciones por aprender. Por fortuna, le quedan décadas por delante para ello.

Respecto a tu afirmación:

"Respecto a si es o no un gran libro, si un gran libro significa la perfección, entonces mi biblioteca está vacía",

Lamento que hayas tenido la mala suerte de no encontrar grandes libros (no libros que significan la perfección, te invito, una vez más, a que me leas con calma, no urgido por tu celo redentor); yo sí he encontrado tal vez una docena de libros cuya composición es enteramente necesaria de la primera a la última palabra. Grandes libros que, sin ser perfectos, son acabados y suponen la cima de un estilo. En ellos hay algún poemario, aunque suelen pertenecer a otros géneros, ignoro por qué razón.

¿Recuerdas la sentencia de Gracián?

"Más valen quintaesencias que fárragos".

Pues eso.

Como te decía, he disfrutado el libro de Mestre y me gusta, lo creas o no. Tu defensa numantina y acrítica me gusta también: es más reveladora de tus fervores que de las supuestas virtudes inexpugnables del libro.

Movido por la pasión, J., has simplificado mis objeciones y les aplicas razones que no son válidas porque estoy hablando de otras cosas.

La pasión suele cegar, J. La amistad también. Y creo que tienes que ser amigo porque sólo has intervenido en el blog dos veces, que yo recuerde: y las dos ha sido para refutarme a propósito de Mestre.

Unknown dijo...

Buenos razonamiento anonimito y j., estupenda contracrítica la de los Addison, esto cada día va mejor, sin concesiones, ganando en credibilidad, sin merma de exigencia y derribando posibles amiguismos. Felicitaciones, aunque estaría bien no exagerar, no va a tener Mestre ahora la culpa de los ditirambos de la señora Ainoha Sáenz de Zaitegui. Son ciertos y más que atendibles los reparos a la poética de este autor, al que no solo se le va la mano, sino que, como parece evidente, también se le ha ido la cabeza en su intento de demolición retórica de la poesía de su generación. Añado algo, leído en un post en la red al respecto buscando información sobre los shi´r hebreos, sorpresa, aparece una reseña de ROSA BENÉITEZ sobre el libro y autor, los Addison verán si tiene interés sumarla al debate crítico. Gracias, besos.
“Alguien anda diciendo que en las afueras de la ciudad hay una casa roja” pero lejos de situarse en el arrabal, este poemario de Juan Carlos Mestre se presenta en el centro de la poesía actual, si no por reconocimiento, sí por méritos. La casa roja no es un minipiso de treinta metros cuadrados -único espacio para un único inquilino- sino la versión contemporánea de la Torre de Babel. En ella conviven y dialogan gran parte de las tradiciones y culturas que hemos conocido, y lo hacen a través de sus ya consabidas fórmulas discursivas y por medio de un cuidado ensamblaje salido del taller del poeta.
Hace algunos días hablaba Alberto Santamaría en su blog de uno de los mayores prejuicios asumidos tras el Romanticismo; creer que la poesía acercaría al hombre a la verdadera esencia de las cosas, tras una especie de relegación de lo aprendido, y acompañaba esta reflexión de algunas palabras sobre el caso contrario al comentado. En cierto modo, el poeta Walt Whitman se instauró, o mejor, fue instaurado como el gran renovador de la vida, el nuevo cantor de lo natural y por ende como aquel que devolvería al hombre su ser en el mundo. Juan Carlos Mestre abre su libro diciendo: “¿Qué oyes, Walt Whitman?” y con esta pregunta irónica, según esta lectura, interroga a todos aquellos que quisieron ver en lo natural-opuesto aquí a algo que se ha dado en llamar artificial- la salvación de la humanidad. De ahí que Mestre dirija su mirada hacia lo cultural, lo civilizado, lo que se aleja del estado más primitivo, para demostrar que es en esa parcela de la existencia donde mejor podemos hacer un ejercicio de autoconciencia.
Igual que hizo Whitman, el autor de La casa roja se sirve de las formas adoptadas por los shi´r hebreos (paralelismos, equivalencias, repeticiones, etc.), aunque en lugar de revestir a su literatura de un tono épico, mas bien trata de desmontar algunos de los mitos de una tradición de la que se sabe heredero, y otorgarle a sus cantos la mirada crítica que todo poema de Juan Carlos Mestre lleva implícita. El poeta asume que su cultura es una construcción productora de “especies de verdades” con las que comunicarse; por eso en poemas como “Antepasados” y “El anzuelo de la libélula” el sujeto poético nos presenta una tradición, que siente propia y a la vez prestada, en tanto que artificio perpetuado a lo largo de los años: “antes de que me tomaran por un extraño, ya que no era el dueño de esa invención, me alejé del optimismo de ser entendido por más de dos”.
“El niño Jhon” es otro buen ejemplo de cómo las diferencias culturales pueden alejar las percepciones de niños que comparten hasta el signo que los identifica-arbitrariedades del idioma. Este poema además conecta con la temática de esta segunda parte del libro, en la que el aprendizaje y la adquisición de determinadas vivencias y valores se propone como el origen de todo proceso de socialización, ya que es en ese periodo de crecimiento donde el individuo se conecta con una u otra de las tradiciones de las que hablábamos al comienzo.
El siguiente paso dado en toda civilización es el de la creación de las Instituciones. La Iglesia, una de nuestras madres protectoras, supo imponer su voz sobre la del resto y anular con ello cualquier libertad de conciencia. Pero “La casa roja” del yo poético no se somete, mantiene los cimientos de los Medici y de Bizancio, se sitúa en la encrucijada de las grandes formaciones sociales y “habla con alas” y con “lava de lo ardido”. Tampoco el poeta claudica ante la gran Institución literaria; vuelve a servirse del discurso de aquellos a los que cuestiona para ironizar sus tópicos metarrelatos y firmar una Historia de la literatura en la que los que triunfan son los “charlautores”…”vendiendo algún souvenir a la cátedra de los sentimentales”.
La propia escritura de Mestre es sin duda una crítica al tan extendido afán del mundo literario por establecer categorías y modos a los que adscribir tal o cual práctica artística. El poeta transita los surcos de lo narrativo, la comunicación oral, lo imaginativo (en el sentido kantiano del término: la imaginación piensa y por tanto representa en intuiciones, en ideas estéticas), etc. para hacer de todo ello un camino propio y firme con el que recorrer el espacio del lenguaje. Difícil tarea ésta en un mundo en el que como se afirma en este poemario nadie es nadie, no existe el individuo, que sí el individualismo, y la literatura ha sido reducida a “mercado de pensamientos”. El oficio de poeta parece estar en peligro de extinción y la poesía ha dejado de tener cabida en este ecosistema. Pero la puesta en cuestionamiento de Mestre no busca una esencia perdida (de ahí que la poesía no haya caído en desgracia), sino desacralizar a lo real; sus poemas representan realidades, no son el descubrimiento de una verdad última, muy por el contrario el lado de un prisma infinito. Por ejemplo en el texto “Cavalo Morto” la concatenación formal sirve para otorgar concreción y existencia a aquello que podría parecer irreal, acercándosenos no como un ininteligible, sino como un mundo posible. De la misma forma en “Atrapasueños” la anáfora contribuye a reafirmar el ser de un yo poético en apariencia etéreo, sin consistencia, que acaba proclamándose “de acuerdo con lo irreal, soy la sombra única de la realidad”
En el número 99 de la revista Letra Internacional decía Jordi Doce; “… creo firmemente que si nuestros novelistas leyeran más y mejores poemas algo cambiaría para bien en nuestra literatura. La buena poesía (…) renueva y clarifica el lenguaje y nos ayuda por tanto, a pensar con más precisión y delicadeza, es decir, a pensar mejor”. Secundo la primera afirmación, que además se corrobora con la segunda y queda probada con la poesía de Juan Carlos Mestre. En poemas como “Metamorfosis” el trabajo con imágenes alejadas de la superficialidad de mucha de la literatura actual, el poeta nos da una lección; programa un viaje para los que no saben de pensamiento en imagen o fracasan en su intento de producirlo.
Intimamente ligado a esto que hemos llamado imágenes está el concepto de belleza. Ésta que indudablemente depende de los ojos de quien la busca es para el poeta “por derecho mitológico esposa del trípode y el camaleón”; una cualidad cambiante y subordinada a la perspectiva. Mestre decide sacarle los colores a Pitágoras y a Platón, desterrando las bellezas ideales, y apostar en poemas como “La casa giratoria” por un habitar amado por “las nimiedades que no encuentran sitio en el Talmud, las bellezas que deletreo para que doblen la esquina de la ficción”. En esta casa roja encontramos, aunque en versión reducida a “La mujer abstracta”, un poema anteriormente editado en la colección Compactos de poesía de la editorial El gato gris (que además incluía el trabajo como ilustrador del poeta). Éste viene a completar la mirada estética de un sujeto poético “Aburrido de las naturalezas muertas” y harto en cierto modo de ese pretendida universalidad del gusto, que cierra su reflexión con la proclama de “Me he enamorado por fin de una mujer abstracta”.
Así, y porque todo fluye, la poesía de Mestre entusiasmada por la belleza de lo concreto y “la personalidad de las apariencias” crea un discurso desestabilizador, que ahonda en la realidad, no con un afán trascendente, sino con un resultado trascendental; el de poner en cuestionamiento el sentido común, la fastidiosa manía de vincular a la verdad con la idea.
“El origen de las ideas, al igual que el de los ríos, está en las nubes”.
ROSA BENÉITEZ

Anónimo dijo...

anonimito creo que el poema antepasados al que te refieres no es de hace 25 años, sino que Mestre lo incluyó en la reedición de la antifona que hizo calambur hace tres años, no figura en la edición de adonais que estoy consultando en este momento, tal vez sea un texto, por tanto, del ultimo tiempo

Anónimo dijo...

No, J. No sólo no disculpo tu tono sino que pido una rectificación inmediata. Con lo de pueril, mala gente y malintencionado has pasado todas las líneas rojas. La descalificación hacia tu persona es algo ausente en mis mensajes; deploro que te hayas cegado hasta el punto de incurrir en ella. Puedes sermonearme y demostrarme tu supuesta superioridad moral e intelectual; insultarme no lo acepto.

Exijo una rectificación inmediata. Va en serio.

Anónimo dijo...

No tengo nada que rectificar. Mantengo lo dicho. Eres tú el que me acusó de que, por ser amigo de Mestre, mentira, defendía su obra. Argumento pueril, malintencionado y de mala persona. No quito ni una coma. Ahora di que te vas y todo el rollo ese de víctima que tanto te encanta. Lo tuyo se llama la dictadura del pensamiento único.

jordi dijo...

Anonimito, j., no deberíais enfadaros de este modo, ambos aportais ideas al debate y teneis razonamientos inteligentes, menos aún en una polemica en la que nadie debe sentirse herido, si no es la poesía el ambito critico donde es posible el cuestioanmiento y la refutació, qué nos queda? Aporto una lectura, creo que interesante que hace sobre Mestre el tambien poeta y crítico zamorano Tomás Sanchez Santiago: "...Este reconocimiento de una voz heterodoxa y sin dominación como lenguaje natural del poema vuelve a situar al escritor en la estela de quienes no pactaron con el ruido de tratantes que dejan en la boca las palabras empleadas con usura significativa, ese núcleo irreductible de poetas del “Non serviam”, como Huidobro, sí, aquel ángel salvaje que cayó una mañana sobre las plantaciones de preceptos y terminó deshuesando el lenguaje para “liquidarlo”; y, junto a él, la gran renovación de la poesía española, que nunca vino de la sumisión mimética a la tradición metropolitana sino del oxígeno rebelde de Hispanoamérica (Darío, Vallejo, Neruda, los surrealistas peruanos, Gelman, Rojas), o sea, de la capacidad de hallar el oro de la poesía bajo los lenguajes bárbaros. De esa estela ardiente y llena de fosforescencia expresiva ingobernable viene serpeando el canto y el recado de Juan Carlos Mestre.

Pero aún más atrás el propio poeta en La visita de Safo dice: “No soy yo quien gobierna el texto, sino el texto quien me gobierna a mí. Soy un médium en el proceso de la escritura. Recojo una tradición cultural. Soy una simple excusa que reescribe la tradición”. Incluso en un momento dado, el poeta parece desentenderse aún más de la voluntad de decir, que un exterior le impone: “Yo era –llega a escribir- el encomendado a la mudez”.

Esa conciencia de ser quien recoge el ímpetu de las palabras, como dijera Dylan Thomas hablando de esto mismo, puede recordar al lector de Juan Carlos Mestre el origen oracular y mistérico de la poesía en las sociedades arcaicas, cuando movimiento, gesto y palabra constituían un todo que iba destinado a producir “un encantamiento”. La palabra entraba junto a la danza y a la música en lo colectivo, en lo ritual, en el mito. Entonces, la identidad del poeta estaba ofuscada como la del mago. La del poema, también. Es preciso recordar que en el poeta berciano la salida del poema como tal de su yacimiento natural –el libro- se viene produciendo desde hace tiempo en gestos expresivos que parecen expulsar al poema lejos de la escritura, del orden verbal. La poesía visual, el lenguaje como actividad plástica, los objetos poéticos realizados a partir de desechos son prolongaciones de una concepción elástica de lo poético que de nuevo lo vincula a aquel primer sentido sacralizado y ágrafo que tuvo la poesía.

No nos parece exagerado captar ecos de todo ello en la propia personalidad de Mestre. A esa confesión de no gobernar la dirección de un discurso oscuramente emanado habría que añadir la disgregación de su misma identidad individual. “LLUEVE, esa gente que soy y que conozco ha salido a la calle”, se lee ya en Antífona del otoño… Y todo un primer movimiento en La tumba de Keats es el esfuerzo por delimitar una mismidad que, sin embargo, se revela movediza. El poeta se pone en el lugar de cualquiera, es cualquiera –y ahora hay que volver a recordar a Whitman-, respondiendo de pronto a aquella pregunta inicial que abría la Nadja, de André Breton: “¿Quién soy yo?”. O, en palabras de Gerard M. Hopkins, “¿Qué será ser otro?”.

No hay, pues, en la poesía de Mestre una personalidad configurada. El insistente “yo” que abre La tumba de Keats no se refiere a una identidad exaltada y segura. Así lo prueban estos pasajes iniciales: “Vivo separado del rumbo de las cosas, hablo del miedo / de un heredero alzado contra el funesto monarca de las ciénagas. / No espero nada de los dioses, nada de la memorable epidemia de sus jueces. / Soy distinto ante el esclavo y el enano, soy el mismo suplicante y el eunuco. / Soy el transeúnte de la atmósfera, el anhelante oscuro del relámpago”. Y todo se resuelve en esta confesión definitiva: “He vagado por ahí, irrevocable, alegre, desmedido”.

Y poco más. Hemos insistido en que la poesía de Mestre parece delimitar el discurso de una crisis. Crisis de un arraigo en lo ancestral, que le lleva a escribir sus primeros libros, crisis de una civilización traicionada por sus propios edecanes, crisis de las significaciones (“Nada se llama del mismo modo dos veces”), crisis, por fin, del lenguaje, concebido como actividad en las afueras de los idiomas utilitarios ( La poesía ha caído en desgracia) y que permite comprender mejor el título de su último libro: La tumba de Keats. El epitafio del poeta inglés enterrado en un cementerio romano –“Aquí yace alguien cuyo nombre está escrito en el agua”- bien podría atribuirse a esta misma conciencia de fragilidad y de inadvertencia para el lenguaje poético y para la propia identidad de la persona. De ambas cuestiones hemos querido tratar en estas palabras que preceden a los versos del escritor berciano.

Pero, atención, escribir nombres en el agua es también no ceder a ponerlos en una apestada circulación mercantil. Las imprecaciones y la energía admonitoria que atraviesan la escritura poética de Juan Carlos Mestre se encargan muy bien de desmentir que la belleza y la injuria deben ocupar compartimentos estancos.

Anónimo dijo...

En efecto, me gusta la dictadura del pensamiento único. A ti, al parecer, te agrada la democracia del insulto. Para ser tan maduro e ilustrado, muy rápido se te cae la máscara y sueltas la andanada por debajo de la línea de flotación. A lo mejor no somos tan distintos. O sí: yo disparo, siempre, por encima de la línea de flotación. No te pido que comprendas el matiz.

De quien así se invalida como interlocutor no recibo lecciones. Zanjo aquí la cuestión por lo que a mí respecta.

Anónimo dijo...

Sin adocenarse en la individuación, el irracionalismo alucinado de Mestre adquiere, así pues, una dimensión política indiscutible, resistente y rebelde, un hallazgo que impugna las tesis de quienes piensan que las propuestas de vanguardia están deshumanizadas, tal y como vienen defendiendo desde hace casi un siglo el Ortega más reaccionario y sus acólitos más trasnochados, no pocos de los cuales forman parte a día de hoy de la burocracia tardorrealista asalariada por los neoliberales de nuestra cultura. No: el irracionalismo de Mestre tampoco está deshumanizado: Mestre es un poeta moderno: desde su estética acomete una reflexión existencial, poética e histórica, de alto octanaje civil. No le basta, no, ser un artista de vanguardia, no quiere ser otro producto industrial de la ficción de este tiempo: su propuesta se enraíza en el epicentro de la modernidad: su conciencia se opone al racionalismo que todo lo convierte en mercancia: su irracionalismo es expresivo medio de rehumanización civil. La belleza de su poesía es cruel: los poetas de verdad nunca mintieron.

Juan Manuel Molina Damiani

Anónimo dijo...

¿Ves como tu lenguaje está cargado de odio, dobles intenciones y demás? ¿Cómo quieres que te responda si la defensa que haces a tus argumentos la estableces en la pasión que supuestamente siento, pasión que al final terminas resumiendo en la mentira de que soy amigo de Mestre? Tu obsesión sobre la maldad de la especie humana y en concreto sobre los poetas, siempre alrededor de grupos que se apoyan como si fueran pandillas callejeras y no ven más allá de su amistad, tiene una calificación que me voy a ahorrar. La discrepancia contigo es imposible. Tu diablo interior puede contigo en ocasiones.

No sé si en la vida "civil" serás una persona como la que muestras aquí. Ojalá no. Lo único que puede decir es que la próxima vez que alguien discrepe contigo, reflexiona un poco antes de hacer un desprecio a la totalidad del pensamiento de la otra persona y buscar razones oscuras detrás de cualquier argumento o actitud, o llegues a mentir diciendo, por ejemplo, que una persona ha intervenido sólo en dos ocasiones y para defender a Mestre, o que esa persona es amigo de él sin tener ni idea de con quién hablas...Las personas que ven tramas, enemigos, mafias, etc por todos lados también tienen un nombre que me voy a callar por respeto a quién de verdad sufra ese grave problema.

Soy un tipo cero rencoroso. Por mi el tema finaliza aquí. Quiero leer lo que escriben estos compañeros y por supuesto leer también lo que tú escribes.

Lola Torres Bañuls dijo...

Hola

Para Anonimito y para J. por favor, no discuaís así por un libro de poemas. Vuestras aportaciones son geniales cuando hablaís de poesía tanto uno como otro. Yo no soy quién para deciros esto, sin embargo me atrevo. Siempre escucho vuestros comentarios porque me enseñan. Me gustaría poder aportar algo más a estos debates pero no sé lo suficiente. Y además no tengo casi tiempo para leer con tanta rapidez los libros resellados. Entonces solo puedo estar de oyente y me gusta lo que os leo a los dos. No creo que ninguno de los dos seais malas personas ni nada de todo eso, sino al contrario. Y además creo que la poesía es una pasión para los dos y eso es bueno.

Un abrazo a los dos.
Y a los demás contertulios también. (También os escucho con atención y admiración.)

Para los Addisson que buenas críticas haceís. Gracias.

Anónimo dijo...

No iba a abundar en la cuestión, pero querría hacer una reflexión que me parece interesante. Internet es la exaltación de la heteronimia; tiene un componente de juego y experimentación con el que forzar ciertos aspectos de nuestra personalidad; ecualizarlos, sobredimensionarlos, ajustarlos. A veces, simplemente, transplantarlos a otro constructo psíquico. Ese componente de juego lleva a algunas personas a transgredir ciertos límites, a practicar la hipérbole sistemática y manifestarse, en principio, a la contra. Este énfasis no tiene nada que ver con el odio ni con los dobles sentidos. ¿Cómo podría odiar a alguien que se llama "J", a quien no he visto y que no me ha hecho ningún mal, salvo discrepar en un blog?

Por favor, hombre, no confundas las cosas. Odio ninguno. Eso ha dolido: por debajo de la línea de flotación.

Sospecha sí, sospecha de los clanes poéticos. Pero no soy el único que comparte esa sensación: sin ir más lejos, esta página se fundó en parte para denunciar las "conspiraciones" y manejos en la sombra de los clanes poéticos para monopolizar los premios. Según tu definición, la palabra que te guardas (y que no tengo ningún reparo en que explicites, ya puestos) se aplicaría al colectivo de Witt y a buena parte de los "comentaristas", que cuando quieren pueden ser tan agresivos como yo.

Me llamas mala gente. Me tranquiliza observar que ejerces el monopolio de la bondad. Seguramente tienes razón, soy un monstruito, un troll, una mala persona; quizá no me gustan los monopolios y abogo por el libre mercado...

Ahora me gustaría llamar la atención sobre la simplificación que has hecho: todo lo que dices apunta a que soy una especie de ser perverso y tú alguien centrado, razonable y educado. Esto seguro que tiene una parte de verdad, pero es un poco maniqueo. Creí que aquí el extremista era yo. Pon en una balanza nuestras ofensas mutuas:

-Yo te he llamado, y en eso centras todas tus acusaciones, "amigo de Mestre". Si esto es un insulto, acabo de inventar una nueva categoría de la invectiva. Creía, y así lo supongo, que ser amigo de Mestre es algo bueno. ¿Que no eres su amigo? De acuerdo, mis disculpas, me retracto. Me he pasado en mi apreciación, es justo reconocerlo.

-Tú me llamas: "infantil, pueril, malintencionado, mala gente, ser cargado de odio". Aparte de las palabras, más duras, que te callas. Y dices no querer quitar ni una coma.

¿No percibes cierta asimetría en todo esto?

Aparte, te preocupas por que en la vida "civil" (me gusta tu sugerencia implítica de que este blog tiene cierta vocación castrense, beligerante) sea un ser tan desequilibrado como aquí, con lo cual lo sacas todo de contexto llevándolo al terreno de la confrontación personal más descarnada. Verás, en la vida civil te presupongo una persona versada, razonable y educada. Por eso me sorprende que hayas tenido que perder la educación y faltar a las reglas más elementales del respeto para contestarme. Podrías haberme demolido de manera harto más elegante, sin endosarme esos epítetos: soy honda leña muerta, muy fácil de derribar. Así que sigo diciendo que la pasión te ciega en este caso, y no te lo tomes como una acusación: es una manera de disculparte.

La mediación de Jordi me parece oportuna. Le agradezco que, al menos él, piense que aporto argumentos inteligentes. No sé si son inteligentes; quizá no, seguramente no siempre. Una cosas sí sé: este blog necesita voces independientes como la mía, gente que no venga del mundo de la poesía, que no tenga ninguna relación con ella y pueda daros una visión como lector puro y duro. Yo no tengo nada que ganar escribiendo estos mensajes tan largos. No soy un resentido con el mundo editorial por no haber podido publicar o tener mi porción de pastel o de gloria, cualquiera puede comprobarlo, porque, además, no soy anónimo, quien quiera conocerme en el mundo "real" puede hacerlo. ¿Que la mía es una visión desenfocada, distorsionada, hiperbólica e incordiante? Cierto. Por pose, por puro juego, por lo que he intentado explicar más arriba.

No sé si con esto atizo el fuego o rebajo tensión, que es lo que quería. En todo caso, nos hemos enrocado en posiciones inamovibles. Muevo pieza, reconozco errores y admito que lo de Mestre ha sido del todo desacertado: no puedo presuponer, a la ligera, una realidad que desconozco en un interlocutor concreto. No presupongas tú otras y reconoce, también, tu parte de "culpa".

Anónimo dijo...

No entiendo esa necesidad de inventarse un personaje.

Mi comentario fue una reacción a un comentario tuyo con muy mala leche basado en dos mentiras: que había escrito sólo dos veces y para defender a Mestre, y la segunda, que era amigo de Mestre. Ser amigo de él no es pecado. Pero en la forma en que tú estableciste la relación lo era. Mi argumento, supuestamente, estaba condicionado por mi amistad. Creo que eres más inteligente que eso para no tener que recurrir a disparos bajo la línea de flotación, como tú loa llamas, para mantener tus ideas.

Evidentemente una vez recibida la patada, no pongo la otra mejilla. No tengo ningún problema en reconocerlo. No soy católico.

Es más no tengo no sólo ningún problema sino que pido a los Addison que borren ese comentario mío. No pido lo contrario. Sólo que la próxima vez que alguien discrepe contigo, sea yo u otro, defiendas tus ideas con argumentos, no con ataques personales o directamente inventando teorías conspirativas que nada tienen que ver conmigo, ni con muchos otros poetas que aquí escribimos.

El que haya premios amañados o poetas que juegan al amiguismo, lamentable y vergonzoso, no significa que todos los poetas hagan ese juego ni que todos los premios estén amañados. Esto sí que es lógica de bachillerato. Concede el beneficio de la duda y discute limpio, y tendrás el mismo trato. Y si alguna vez yo no lo hago, agradeceré que, por favor, me lo recuerdes.

Yo he llegado a mi final sobre este tema porque parecemos dos niños de colegio discutiendo sobre ni sabe muy bien qué.

Amigos addison, borrad lo mío, y que la paz sea con todos nosotros.

Un saludo cordial.

Anónimo dijo...

Yo no sabía que Mestre era el poeta que Occidente andaba necesitando. La pasión que algunos ponen en los panegíricos que habéis colgado (al margen de la bronca anonimito-j.)me da que pensar bien (porque me obliga a releer al supuesto maestro) y mal (porque me deja un sabor intelectual de devoción acrítica). Salud

Anónimo dijo...

Hola, soy otro anónimo distinto.

Sólo quería decir que ahora mismo (bueno, ahora mismo no, que es sábado y está ya todo cerrado) voy a mi librería, la que me trae los libros que le pido y los que no también, a pedirme el libro de Mestre. Acabo de decidirlo. Ya me hacía falta leer un libro como éste, me guste el libro o no.

Y siempre gracias a los de AdW por permitir que escriba.

Anónimo dijo...

La solución no es borrar tu mensaje, J., sino pedir disculpas.

Yo ya lo he hecho. No abundes en el tema de mi comentario a la supu
esta amistad con Mestre porque ya he reconocido que fue un comentario desafortunado, irreflexivo y mendaz. Procuraré que no vuelva a repetirse.

Sólo pido un poco de reciprocidad y cerrar las cosas limpiamente, como personas adultas.

Saludos.

Anónimo dijo...

Qué pesado eres, colega. Primero provocas, luego el tío quita los insultos que tú has provocado, y para terminar quieres un arrodillamiento público por algo que has iniciado tú, y sólo tú. Yo no habría borrado ni una palabra. No te lo mereces.

Addison de Witt dijo...

Chicos, si os parece, y por no darle más vueltas al asunto, dejamos ya zanjado el tema personal y deseamos que se vuelva a abrir el interesante debate sobre el libro sin entrar en temas personales, que poco importan al resto de internautas salvo aquellos amantes de la lucha de gladiadores y que, por edad, con la honrosa excepción de Joan ;), no tuvieron ocasión de ver.

En realidad la culpa es nuestra porque si no hubiéramos dado entrada a mensajes que se salían de la razón para entrar en otros terrenos, no habría pasado. Disculpad e intentaremos que no vuelva a ocurrir.

Muchas gracias por vuestra participación, a todos y todas, y por favor seguid pero ya fuera del tema personal en cuestión. Muchísimas gracias.

Anónimo dijo...

Markan dijo
Yo encuentro que los textos de este autor se fundan en el elogio del poso literario, un paisaje tras la lectura que salta a la palestra cromática del poeta para enriquecer su verbo. No en vano, del libro que pregona que en el principio fue la Nada y tras la Creación la palabra se hizo carne es de donde proceden buena parte de las citas que encienden la mecha de sus poemas. Diriamos que rinde culto a la intertextualidad y que ve la vida como una biblioteca cuyas palabras heridas tienen mucho que decir en su lamento. Las voces ajenas habrán de ser digeridas huyendo de lo circunstancial, constatando la sensación enfermiza de un fracaso que sobrevuela la decepción heredada de las falsas promesas. Los versos se suceden como mensajes sedientos que buscan una fuente nutricia en la que alimentarse, pero habrán de luchar con la torpeza del cazador que no consigue cobrar la pieza, el trofeo, la salvación, pues las palabras también son engañosas, incluso para quien miente a sabiendas para sacar provecho de ellas. El espejo en el que uno se mira no siempre le devuelve la imagen que espera ver y el deseo se descalabra en el precipicio de la frustración.
Porque la escritura encierra el conocimiento.Y en este proceso hay que luchar contra el olvido buscando la solución en los poemas,
los «crímenes» que pide la palabra para encarnar su contenido.
En ocasiones se utiliza una mirada triple en la que se invita a aprender de ciertas «virtudes» animales: buscar, encontrar, olisquear, defecar, defenderse: vivir. Lo animal conviene asimilarse como parte esencial de la materia pensante que se deshilvana entre la realidad y el deseo. Pero el adagio encierra la certeza de lo inútil y de ahí que convenga decantarse por un enfoque atinado que huya de la maldad de las palabras. A veces hace pensar en una cuenta atrás que recala en la memoria, en los recuerdos, en el pasado sobre el que se edifican las vidas mientras se beben «las aguas turbias de los versos» condenadas a la deriva. Existe en Mestre un préstamo de erotismo que apuntala un deseo truncado, como también ocurre con la amistad no correspondida. Lo erótico se vehicula
por dos caminos, el natural y propio del encuentro sexual y, por otra parte, el que merodea la realidad sin tocarla, sólo seduciendo
las palabras. Al final, un desencanto quevedesco eleva un regusto que sabe a quien se ve condenado a bregar para rehuir una
derrota segura-

Bierzo Ceibe dijo...

Algunos creerán que La Casa Roja es un nuevo libro de poemas de un tal Juan Carlos Mestre, el hijo del panadero de Villafranca, el nieto del sastre que cruzó el mar en una cruz de palo, el niño apoyado hace cuarenta años en uno de esos árboles del jardín que hoy agradece a sus antepasados la caña de pescar relámpagos en el arroyo ilegal de la belleza . Bendita ingenuidad. ¿Acaso alguien cree que el hechicero necesita escribir un libro para levantar la fortaleza a la que van a parar los latidos salados de la emoción? Esta noche volverá a pararse el mundo ante las pantallas redondas de los gladiadores y un montoncito de rebeldes con causa buscará otra vez refugio en la Casa Roja, ese país abandonado por gente como nosotros .

Anónimo dijo...

Buenas, llego un poco tarde y cuando todo el bacalao está vendido y el asunto cerrado y cada uno en su casa y dios en la de todos. De todas formas, he seguido esta polémica con interés y, a veces, torciendo un poco la nariz y no me resisto a hacer alguna reflexión.

¿No os parece preocupante que en poesía sea muy difícil que una lectura o crítica se vea libre de sospecha? Esto siempre ocurre en el momento en que el autor habla tu idioma, está vivito y coleando y además es el vecino de arriba, el cabroncete que pone a jugar a los niños a los bolos durante las tardes de domingo.

Entiendo que en esta vida no hay nada que duela más que un sí pero... Casi mejor que lo hubierais puesto a caer de un burro. Así no se hubiera discutido tanto.

Lo que me preocupa es que detrás del sí pero o de la más encendida admiración se haya hecho difícil encontrar una pasión por los poemas de un libro así, sin más, más allá de hipotéticas amistades o enemistades personales. Me imagino que todo es una consecuencia natural del alcance de nuestro género.

Los lectores son poetas o eruditos o poetas frustrados o despistados de la vida y el autor, por desgracia, es en demasiadas ocasiones un amigo, un enemigo o un competidor que te roba el espacio que por gracia de dios te corresponde dentro de esta pequeña crisálida hecha con secciones fijas en los suplementos culturales cuidadosamente cosidas a ediciones de pequeña tirada. Generalizo, generalizo, siempre generalizo y vosotros ya habéis hablado ampliamente de vuestras circunstancias personales. De todas formas, todas estas frases redondas, todos estos gruesos libros de crítica que se tiran a la cabeza del contrincante y se hace diana y después se le dice cuando salgas de urgencias te lo lees, hala... Todo esto me hunde en el pesimismo más negro.

Recuerdo un artículo que Rafael Reig se metió con la dificultad de un prólogo de Gamoneda y lo asoció con la divertida sacralidad de la poesía. Las respuestas en el foro fueron conmovedoras: No te metas con Antonio que es un buen amigo, una gran persona, un faro literario lleno de humanidad e cosi via. Poco se habló de la calidad de ese prólogo. No digo este sea el caso pero tanta pasión que se asocia inmediatamente a la relación que se tiene con el autor, sea verídica o no, me hace sospechar y me entristece. En fin, que quede claro que yo no conozco ni a Gamoneda ni a Mestre. Los he leído y admirado, como diría Valle-Inclán, en la medida de mis posibilidades. Además, Reig no me resulta excesivamente simpático después de algún artículo eunuco en el que calificaba al cuento de género pichacorta. Vete a saber lo que piensa de la poesía...

Por otra parte, me parece equivocado justificar la calidad de un poeta diciendo con voz rasposa que es que en la poesía española esto no lo hace nadie y eso ya es mucho. Flaco favor se le está haciendo. Todas estas lecciones sobre lo que es lógico o no o lo que es surrealista y lo que no, me parecen superfluas y muy peligrosas.

Perdonad si no entro a fondo y no me lío a poner ejemplos pero es que todos estos libros de teoría literaria que se lanzan a cañonazos, todo este posmodernismo que mandamos entre la multitud con un cinturón de explosivos, estos niños que juegan a los bolos a la hora de la siesta... Corregidme porque no entiendo mucho, me dejo llevar y me equivoco pero uno está empezando a ver a los poetas como una multitud desamparada que necesita un buen gabán de teoría literaria para protegerse de las inclemencias editoriales y de la mala hostia de sus compañeros de gremio. Me da la sensación de que se escribe mucha poesía a partir de la crítica o la teoría precedente, por eso de tener algo con lo que cubrirse cuando llueve granizo. No os metáis conmigo, que yo soy la más posmoderna de todas, ¿eh? y nada más posmoderno que los bolos la tarde de domingo.

Además, había que meditar sobre qué poesía estamos hablando cuando decimos que aquí no se hace surrealismo. Incluso el término surrealismo me parece poco preciso. Más bien hablaría de uso eficaz de las técnicas surrealistas en la propia poesía. No creo que los manifiestos surrealistas, ni los de las demás vanguardias históricas, hoy sigan vigentes para nadie. Hay veces en que se acepta la poesía “visible”, la de los premios gordos y las reseñas llenas de helio como única poesía posible y eso se hace porque conviene para dar excelencia a quien conviene, aunque sea diciendo que el colega está fuera y es una voz limpia, independiente, y sin parroquia. Cuántas veces hemos oído elogios encendidos sobre una supuesta originalidad que sólo lo puede ser si la ponemos al lado de Campoamor (y eso que Campoamor tiene alguna cosilla apañada). Creo que nuestra poesía se hace la ingenua o saca las uñas porque toca sobrevivir de algún modo. Y no nos engañemos, las giras por los Institutos Cervantes, las conferencias sobre el propio conferenciante o las dietas de los jurados sacian la vanidad más exigente.

Además, últimamente he visto buenos libros en los que se usa con acierto el irracionalismo: los de Ramón García Mateos (Morfina en el corazón), que descubrí a través de este blog o Sonata para un abecedario de García Cellino, que desgraciadamente descubrí con todos los follones parnasianos. Siempre es triste saber así de un escritor . Y nos olvidamos del difunto Miguel Labordeta y de tantos otros. Y, no sé, ¿en qué lengua escriben poesía al otro lado del charco? Me da la sensación de que allá han entendido bien lo que es irracionalismo. Y nosotros también, no nos engañemos.

¿Qué pienso de Mestre? No he leído este libro y habrá que esperar un tiempecito hasta que lo tenga entre mis manos. En general, con la Tumba de Keats abierta sobre la mesa, estoy bastante de acuerdo con la conclusión general que se ha sacado entre odios contenidos, maldades terroristas y canonizaciones varias. Es un buen poeta, dispara mucho con el arco, muchas de las flechas se le van de lado y atraviesan de parte a parte la visera del juez, unas pocas se aproximan un poquito al objetivo y menos todavía dan de lleno en la diana. Como la poesía no es un deporte olímpico, dar en la diana una sola vez es suficiente para levantar un poema que se estaba poniendo pesadito y convencerte para que sigas leyendo y además disfrutes. Eso sí, como me entere de que es precisamente Mestre el que se ha mudado arriba, ni críticas mesuradas ni hostias. Aquí corre la sangre.

¿Por qué no se vuelve a las viejas costumbres y dejamos que los poetas se defiendan con sus propios versos? Ahí dejo un poema de Labordeta. Quizás esté envejeciendo, quizás ya lo haya hecho y sólo sirva para empapelar las paredes de un centro geriátrico pero visto como está el patio, no nos queda otra que escribir lasgos versos con pluma de ave. Abrazos a todos.

MOMENTO NOVEMBRINO


Largos versos escribo con mi pluma de ave.
Llueve en la lejanía. Dieron las once en punto
en la vieja oficina.
En la esquina de enfrente llora un recién nacido.

No estoy triste ni alegre. Más bien un poco turbio,
un poco espada, un mucho vagabundo magnífico
profano de caricias.

Llueve en la lejanía. Dieron las once en punto
en la vieja oficina.
En la esquina de enfrente llora un recién nacido.

Todo se ha vuelto claro. Nada tiene importancia.
Mi apellido no existe, pues todo fue quimera,
y mi nombre marchitó los espejos dentro de cinco siglos.
Cada espectro de Luna
me voy muriendo un beso.
Cada gota de sol
surjo un instante de oro
de mi pus y mi sueño.
Rasgo todas mis máscaras con un signo de paz.
No quiero ya más templos donde roben mi vuelo,
sino intemperie pura que incendie mi caída.
No más engaños ya. Toda verdad es vana,
casi mentira sólo.
Tienen todos los labios un cárdeno regusto
a planeta perdido sin importarle cómo.

Miradme. Estoy sin amo. Como un perro sarnoso.
Mi astrónomo amigo ha huido.
No acudió a la cita de la cena.
Se enamoró del Polo de los Cielos.
Tuvo suerte en su lid.
Berlingtonia-Madre-Galaxia-Novia
le reclamo habitante del mar de las esferas
sin carta de llamada ni pasaporte fijo.

En la mágica caverna del cinema
cojo a mi amor la tierna mano fría:
Eres mi dulce odio, emboscada de instinto
hecho con látigo de hechizo tililante.
Mis lascivos propósitos riñe mi niña buena:
¿Por qué no acudes a misa de una y media,
sosito mío...?
¿Por qué no trabajas
como cualquier hombre decente
y ganas un sueldo honorable
con seguro de vida y una vejez tranquila?
¿Por qué escribes suciedades
que además nadie compra
si la vida es bonita
y hay meriendas tan ricas
donde se baila el vals?

Llueve en la lejanía. Dieron las once en punto
en la vieja oficina.
En la esquina de enfrente llora un recién nacido.

Fabrico espantapájaros. Al estío le sucede el otoño.
Doy clases de Historia a cretinos simpáticos.
Cada curso tengo un bolsillo menos y una calva más amplia.
A veces oigo música anónima y lloro como un tonto.
Ciertas tardes de fiesta me encierro con mi pena allá dentro.

Pero también acudo los domingos
a los campos de fútbol o a las plazas de toros,
y vislumbro en lo alto de las torres de anuncios
a la pálida doncella inexorable
sonriendo con su puñal de nube
a la ululante muchedumbre
de energúmenos en flor,
¡espléndida cosecha de calaveras para el año 2000!

Ha llegado un telegrama de cementerio-Aries:
«Sin hora liquidada. Astrónomo amigo
paso sin novedad toda orilla celeste. (Stop).
No volverá jamás. (Stop.) Hasta la vista. (Stop.)»

Llueve en la lejanía. Dieron las once en punto
en la vieja oficina.
En la esquina de enfrente llora un recién nacido.
Con mi pluma de ave escribo largos versos.

Anónimo dijo...

Está siendo apasionante el diálogo y los comentarios de muchos de vosotros.

Agradezco a los addison que la prueba del carbono-14 haya dado sus frutos por fin respecto a mi verdadera edad, y efectivamente, para gente salvaje como yo, no hay nada como ver una buena pelea (desde fuera, claro). Así que me parece una pena que el tema se haya cortado. El pueblo, o yo al menos, queremos más.

Ha habido una cosa que me ha cautivado especialmente y no ha sido la pelea anonimito versus j., que insisto que también ha estado muy bien y felicito a los dos púgiles. Espero no abrir nuevos frentes de fuego pero si los abro, para eso están los bomberos. Trataré de ser lo más correcto posible, es decir, intentaré no ser yo.

Ya la crítica que hizo el propio anonimito del libro, me pareció atípica en él, con unos verbos y adjetivos podríamos decir que poco naturales. Un poquito rebuscados, por ser fino.

Mi perplejidad se ha extendido conforme he ido leyendo reseñas de otros amigos. Hubiera preferido que se estableciera un diálogo en vez que soltaran un rollo escrito hace tiempo y ya está, pero el mundo no es perfecto y yo soy una prueba evidente.

Me ha llamado la atención no sólo el tono panegírico y laudatorio de algunas de ellas, sino el rocambolesco rococó estilístico que parece que se necesita para hablar de la obra de este autor.

Independientemente del estilo, farragoso y artificial para este que escribe, me sorprende que un crítico sólo tenga una visión del libro. Pensaba que ocurría sólo en la prensa escrita, donde en los suplementos de toda la vida nunca he visto un nivel critico tan paupérrimo, pero parece en casi todos los medios se impone la lectura poética desde la unidimensionalidad crítica.

Mi único consuelo es que se me antoja difícil que podamos estar peor.

Anónimo dijo...

Anonimito, tu consideración de que etre LA TUMBA DE KEATS y LA CASA ROJA no hay evolución alguna es una aportación crítica de primera magnitud, solo tres razones pueden hacerla verosimil:
a/ que no has leido La tumba de Keats
b/ que no hayas leido La casa roja
c/ que no hayas leido ningun libro de Mestre
En cualquiera de los tres casos, por favor, no me respondas, de antemano tienes, sea la que sea, toda la razón.

astorga dijo...

Pero en base a qué criterio se puede decir que Mestre es un poeta surrealista,que vejez teórica, de nuevo a vueltas con ese lugar común de todos los que no entendiendo algo, echan mano del termino surrealismo, en todo caso yo no lo detecto, como gramatica estilistica, por ninguna parte en el autor que debatimos, ´más bien una cortina de humo para no llegar al fondo de lo que si a mi me parece más cuestionable en el autor, la ideologización permanente de su discurso, obsesivamente maniquea y llena de atrabiliarias categorias políticas. La casa roja, ya ocurria eso también en La tumba de keats está llena de guños al guiñol izquierdista, marxismos periclitados y antagonismos de clase ya, afortunadamente, superados por la sociedad del desarrollo. No entiendo como se puede a estas alturas centrar una croitica en el uso de excesivo de las anaforas o las más felices o desdichadas metaforas, sin entrar en lo que realmente importa, la propuesta ideologica que subyace tras toda poética, y que en el caso de este autor, me parece, cuando menos, muy poco liberal y moderna, anclada en las preceptivas marxistas, y en eso estoy de acuerdo con anonimito, que ya habia hecho, más de lo mismo, en libros anteriores.

Anónimo dijo...

Efectivamente, acabo de comprobar como, cuando "La casa roja" se comienza a leer al revés, es cuando aparece su verdadera y maléfico significado. De manera sutil y maquiavélica el poeta, y peligroso pensador, ha colocado no sólo frases de reconocidos ideólogos comunistas, sino que el texto completo del Manifest der Kommunistischen Partei y del Grundrisse der Kritik der Politischen Ökonomie pueden ser encontrados a partir de la construcción fractal de cada una de las sílabas que a su vez sean números primos.

Teniendo en cuenta las terribles consecuencias que para la población adormecida podría tener la lectura de estos textos, y considerando el éxito indudable del liberalismo en el bienestar de la humanidad, liberalismo que, sin ir más lejos, ha salido triunfante del pequeño deterioro financiero mundial reciente, abogo por la incineración del libro con el objetivo de que la máquina continúe perfectamente lubricada entre tanto electroencefalograma plano.

PD1.- Por favor, si nos puedes decir en que pastelería compras tus mantecadas de Astorga, seremos muchos los llamados.

PD2.- Anonimito, acepta mis disculpas, hombre. El borrado era una metáfora de mis disculpas, pero ahí van en directo y sin vueltas. Total, para que sirve hablar de metáforas si Stalin se está reencarnando.

Anónimo dijo...

J., por supuesto, están aceptadas desde hace tiempo. Te pedí que no borraras simplemente para no desvirtuar el hilo de la conversación, por si alguien quería leerla entera, que la pudiera seguir. Si alguien se tiene que arrodillar públicamente sería yo, porque el que se deja llevar por la pasión y la ceguera he sido yo, y ya en frío bien que he lamentado el asunto. Mis disculpas pues, y abrazos para ti por tu paciencia y comprensión.

Al anónimo le respondo porque, lamentablemente, no me encuentro en ninguno de los tres casos (a/, b/ y c/). Sí he leído esos libros. He asistido a los recitales de Mestre. Incluso lo he visto en concierto con Amancio Prada. En realidad le tengo un gran aprecio a Mestre y a La casa roja, lamento que mi iracuandia haya ocultado el indudable placer de esa lectura. No considero un delito la afirmación de que me acusas, y bien mirado, tu escueta intervención tampoco es una aportación crítica de primera magnitud. ¿Por qué no la aliñas y nos cuentas las razones por las que sí aprecias evolución entre ambos libros? Estaré encantado de oírlas.

Muy interesante el comentario de Joan, y la verdad es que es cierto, creo, también yo me he dejado llevar por el barroquismo. Ha sido inconsciente; ignoro las razones, pero tienes buen ojo, Joan.

Anónimo dijo...

Ja, ja, ja!

Espero que estés de coña, Astorga. Si es así, me quito el sombrero por tu sutil ironía. Pero es de temer, como sugiere j., que te hayas zampado medio kilo de mantecadas alucinógenas y estés todavía en plena digestión. Me encanta que critiques lo desfasado de ciertas posturas ideológicas mientras llamas a centrar exclusivamente el análisis de un poema en su supuesto discurso extraliterario. ¿Hay algo más antiguo que eso, amigo/a mío/a?

Aunque quizás tengas razón y lo de “casa roja”, por ejemplo, no sea más que un alegato prochavista…

Anónimo dijo...

Gracias por ese poema y el comentario medido, Carlos. No conocía la poesía de Labordeta, prejuicios idiotas me imagino, y me ha sorprendido gratamente.

j. eres otro crack. Los neocons han llegado hasta este foro. Qué horror.

Astorga dijo...

Ahora resulta que los que criticamos a Mestre somos neocons, neoconservadores retrógrados a sueldo de Bush, no por favor, no confundamos las cosas, una es cuestionar la obra de un ¿poeta? que escribé textos paraideológicos que rezuman el más viejo resentimiento de clase segun la ideología marxista, textos o paratextos llenos de claves de logia masonica a la que pertenece, de menosprecio por el mundo católico cuando no abiertamente agresivo, inintilegibles en muchos casos en tanto están repletos de cifrados cabalisticos de raíz abiertamente judaizante, y otra mu distinta, que sea uno un conservador por decir en voz alta lo que tantos piensan y no se atreven a exponer, Mestre no pertenece a nuestra tradición,ha optado por situarse al margen de la literatura de su pais, y a parte de confusionismo no puede aportar otra cosa a nuestra literatua que no sea desorientación, desorden y perdida de perspectiva dialéctica. No hay otro sitio desde el que hoy se pueda escribir con un minimo de rigor,lo que no es tradición, Eugenio dÓrs dixit, es plagio, y Mestre sin tradición y sin tener a quien plagiar se coloca al margen de la poesía y él solo, sin que nadie lo empuje, se convierte en experimento, aunque ciertamente no se sabe aún de que tipo. Volvamos a lo pertinent, nos sobran buenas y mejores lecturas como para perder el tiempo en lo accesorio: Gil de Biedma, Pepe Hierro, García Montero, Felix Grande, Andrés Trapiello...un saludo cordial a todos.

Anónimo dijo...

"cifrados cabalísticos de raíz abiertamente judaizante"

"paratextos llenos de claves de logia masónica a la que pertenece".

Frases como puños. La verdad desnuda, así, sin mantecados de Astorga (de los güenos) ni yemas de Santa Teresa, la flor de Castilla. Felicidades. Se me saltan las lágrimas al encontrar a alguien lúcido de verdad, con valor suficiente como para denunciar sin tapujos la corrupción que Mestre está inoculando en nuestras almas. Quiero más. ¿Nos podrías desentrañar alguna de esas claves secretas de las que hablas? ¿En qué signos o símbolos habita la Bestia?

Ana, Miguel Labordeta es un descubrimiento interesantísimo. Me alegra que te haya gustado el poema.

Anónimo dijo...

La primera vez la colaste pero la segunda te has pasado, tío. Para que una broma resulte creíble tiene que tener cierta moderación y no quedarse en una payasada, con todos mis respetos a los payasos.

Anónimo dijo...

Escribio Teófilo Cid a mediados del siglo pasado:
"Cuando me hablan de poesía como de una función exclusiva de las elites, me conmuevo de asco. Ellos, los poetas burgueses, que continúan encaramados, como verdaderas aves del paraíso artificial, sobre los plintos de la gloria burguesa, han perdido el contacto con la realidad, y tanto que sus galas son engañosas. Continúan ahondando un abismo moral, el que abre a sus pies la materia subjetiva de pertinaz obnubilación, y suelen ser, a lo ancho y lo largo, dolientes prevaricadores de la verdad. No. Y o no quiero saber nada de esos poetas para quienes el paraíso está perdido porque amaron demasiado a la verdegueante posibilidad de cantar la belleza del porvenir...basta ya, como decía el surrealista Breton de culebras. El mundo real, su toma de conciencia, está hermoso como en vísperas de bodas fastuosas. Cantemos la próxima unión de los contrarios, evidente ya, a pesar de las maniobras de los que siguen ahondando la inconciliación con senil pertinacia."

Pues eso, pertinacia, pertinencia...

Lola Torres Bañuls dijo...

Hola

Uaauuu que chachi esta eso que has dejado "anonimo" de Teofilo Cid. Esta genial.
Y el poema de Labordeta también me ha gustado mucho.
Me lo paso pipa escuchandoles. Es como estar en un café en una tertulia de poetas. Me encanta.

Habeís leído (supongo que sí a estas alturas) a Raúl Zurita, a mi me gustó mucho y me impacto mucho la lectura de este poeta chileno.

Un saludo.

Anónimo dijo...

Tegucigalpa dijo:

Nadie pondría hoy reparos la pintura abstracta, a J. Pollok o William de Kooning, nadie pondría hoy reparos a la musica atonal, al dodecafonismo de Shomberg, a la minimalia de Satie, a la abstracción de Alan Berg, a nadie, medianamente culto, se le ocurriari decir no entiendo las grasas y los fieltros de Beuys, no entiendo las redundacias anaforicas de los cuadraditos de Klee, pero a más deuno, de doos y de cuatro, se le sigue poniendo la carne de gallina cuando se tropieza con un poeta que no describe objetivamente. que no redcta conforme a la prosodia canónica, que no responde a la figuración...malos tiempos para la inteligencia atrapada como una mosca en el matametáforas del siglo XIX, me quedo con los bonitos funerales en los pantanos que propone Mestre de la mano del gran Michaux.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo Tegucigalpa.

No podía ser más desacertado el traer a colación la figura de Teófilo Cid, un hombre que fue subdirector de Protocolo de la cancillería chilena, y que se las daba de dandy y burgués curiosamente. Y que, a todo esto, tiene como mayor activo el fundar un grupo surrealista en Chile.

Para que te orientes un poco:

http://www.lanacion.cl/p4_lanacion/antialone.html?page=http://www.lanacion.cl/p4_lanacion/site/artic/20040828/pags/20040828175405.html

No hay nada tan patético como un artista pretendiendo ser una ONG. Si quieres cooperar, vete a la India o escribe un ensayo. Nada peor ni tan destinado al fracaso como la poesía social.

Anónimo dijo...

Hola,

Si consideráis spam este email no publiquéis, pero no soy de la organización ni nada. Tan sólo quería informar del festival Hay que se celebra este finde en Segovia.

http://www.hayfestival.com/segovia/

Me parece muy interesante la apuesta de poetas extranjeros. La apuesta nacional, sin embargo, me parece justo lo contrario: Benjamín Prado y Colinas en poesía; o Espido Freire, Carmen Posadas y Juan Manuel de Prada en narrativa (parece el Planeta team, uff)...

Va Rómulo Bustos, que es de las cosas que más me apetecen.

Anónimo dijo...

Por si os interesa, Rómulo recita mañana a las 19.00 en la librería La Central de Madrid, Reina Sofía. El solito y sin planetas.

Anónimo dijo...

Aquí cada uno dice lo que se le ocurre, y la autoridad de lo dicho parece estar en relación directa con la ignorancia del ocurrente. Leo con asombro el comentario despectivo sobre Teófilo Cid, uno de los más lucidos y brillantes escritores chilenos entre 1935 1964, año de su muerte, cuasi voluntaria, por dipsomanía. Fundador de Mandrágora, primer y más genial traductor de los poemas franceses de Huidobro al castellano, de quien fue íntimo amigo, “escritor que no hizo concesiones con el medio intelectual, político, económico y ético al que perteneció”, poeta maldito, bohemio infatigable, que renuncia a todo cargo diplomático durante el virreinato de Neruda para extinguirse en la pobreza... “Ha terminado el paso del relámpago negro y suicida de la vida de Teófilo Cid, el sobreviviente de la noche” el amateur de la lepra” Pero me niego a hacer necrológicas que el mismo hubiese desaprobado. Lo saludo en nuestra vida, ahora que ha alcanzado al fin esa luz que se ve cuando se cumple el retorno a la tierra que soñara, y ea ese “brocal en cuyo fondo brillan las raíces”, escribió el gran Jorge Teillier a su muerte... Contradictorio personaje: alguna vez le oímos decir que todas las mañanas le rezaba a la Virgen. Pero al mismo tiempo se declaraba socialista, partidario de los bolcheviques y recuerdo siempre su gran alegría cuando Gagarin surco por primera vez el espacio, en un vuelo que su poesía había pronosticado hacía veinte años...(J. Teillier) Escogió el suicidio dismulado tras el alcohol recién cumplidos los 50 años, en junio de 1964. Si, dandy, dandy de la miseria le llamo Guillermo Atías en su discurso funeral de despedida, master de la noche, en palabras de Enrique Gómez Correa. Enemigo acérrimo del servilismo, su mensaje resuena claro: “Todo depende del grado de confianza que depositemos en la palabra subversión... La belleza cuando abandona el gorro frigio desaparece anonadada de vergüenza. El servilismo la mata....Personalmente, la sociedad tal cual está constituida, me produce un asco invencible. Mi relación con ella es más bien de índole negativa. Me niego a colaborar en la repetición de la mentira...No. Los términos son irrecusables. Para mí, al menos. Y para otros muchos. El escritor es un ser explosivo” (T. Cid. Escritor y Sociedad, Alerce nº 1, Santiago, 1969, pag. 5).

PD. Curiosa la impertinencia que señala el autor de uno de los post sobre la aparición de Teófilo Cid en escena. La primera noticia que tuvo quien esto firma de Teófilo Cid fue precisamente a través de Juan Carlos Mestre, de quien quiero recordar algún comentario ciertamente admirativo sobre su obra durante la presentación de una antología (en el Círculo de Bellas Artes de Madrid) de otro poeta chileno de esa época, Rosamel del Valle, del que era autor y editó Signos hace unos años en España, y a la que siguieron ediciones de Teillier, a cargo de Niall Binns y Gómez Correa, al cuidado de Javier Bello, ambos no precisamente ocultos amigos del autor de La casa roja. Curiosa coincidencia: Teofilo Cid escribe la primera reseña elogiosa sobre Teillier en Chile, Gómez Correa era por entonces su íntimo amigo. Mestre escribe un prologo a una reciente antología de Niall, Javier Bello firma la solapa del libro de Mestre. ¿Tan fuera de lugar está el haber invitado a Teofilo Cid al baile de máscaras?

L. V. O.

Anónimo dijo...

Querido L.V.O.:

No hay peor sordo que el que no quiere oír (o ciego que no quiere ver).

Lo que quería decir con mi mensaje es:

Primero, que hablar de Teófilo Cid como adalid de la poesía social es ridículo porque, como ya dije en mi mensaje y tú recuerdas, Cid es ante todo, y sobre todo, un surrealista. De ahí que tenga sentido hablar de Cid en su relación con Mestre, como lo sería de otros cien poetas, pero no precisamente por el lado social, que en la obra de Teófilo es marginal.

Segundo, que hablar de Cid como crítico de la burguesía es todavía más ridículo a poco que uno conozca mínimamente la biografía del autor.

Lo cual nada tiene que ver con mi valoración de Cid como poeta, que al menos es tan positiva como la tuya. Pero confundir unas palabras de Cid con lo que fue su vida y su obra o bien es fruto de la ignorancia o bien de la manipulación.

Addison de Witt dijo...

Muchas gracias a todos por todos vuestros interesantes y lúcidos comentarios. Da gusto tener unos lectores tan inteligentes y cultos. Gracias de corazón. Se os quiere.

Addison de Witt dijo...

Querido L.V. de O.:

No hemos recibido nada. Vuélvelo a mandar o mándalo por email a nuestro buzón y lo colgamos. Pero en principio no tendría que haber ningún problema. Inténtalo de nuevo por favor, guarda el texto, y si no sale, nos lo mandas por email y lo colgamos. Lo que prefieras.

Esto a veces falla pero por pura tecnología.

Sentimos las molestias.

Anónimo dijo...

Querido Dixie, sin acritud alguna, pero tampoco sordo ni ciego. Dices que...el lado social, que en la obra de Teófilo es marginal... y añades: que hablar de Cid como crítico de la burguesía es todavía más ridículo a poco que uno conozca mínimamente la biografía del autor....Bueno, con animo de rebatirte algo añadiré al que tampoco creo que sea este el caso, como parece para ti en mi evidente, mínimo conocimiento del autor:
En 1952 publica El tiempo de la sospecha, novela sobre la primera dictadura del general Ibañez del Campo, y que he releído esta misma noche, Teófilo nos entrega una de la más profundas reflexiones sobre el autoritarismo y el concepto de libertad política. Es sorprendente como su obra se adelanta a su época, casi en un terrible vaticinio de acontecimientos futuros en la historia de Chile. Su trasfondo es absolutamente el tema del abuso del poder, el regimen ominoso de las prohibiciones, la persecución contra obreros, estudiantes y homosexuales con los que toma abiertamente partido. Una novela cuyo tema, la represión y el castigo, la delación, el hundimiento democrático de la sociedad civil, es analizado y sometido a la visión crítica de Cid, la reivindicación del idealismo libertario como bien más apreciado del ser humano. Teófilo muestra el camino: la pelea, la lucha por la libertad. En suma, la principal novela de Teófilo, El tiempo de la sospecha, viene a ser, unánimemente reconocido hoy por todo crítico que nos merezca respeto,la denuncia más ácida y despiadada que se realiza en su época sobre periodo alguno de la historia de Chile. Lamentablemente otros serían los acontecimientos posteriores a la suya y la literatura que ello genero. Su “asco invencible” por la sociedad capitalista, lo llevó a la herejía y destierro de su clase, aislándolo no solo de la sociedad sino, como evidencian las intervenciones de este pequeño debate, del reconocimiento a la gravitación subversiva de su obra.
Pero aún hay más, querido dixie, e intentaré ser breve para que los Addisson no pierdan la paciencia con nuestro duetto de informaciones:
Entre sus libros de poemas destaca Ninos en el rio, editado en 1955 por su intimo amigo Carmelo Soria, editor español luego detenido desaparecido bajo la dictadura del innombrable (1973), pues bien, Ninos en el rio es un poemario que denuncia la muerte por frío y hambre de un grupo de niños mendigos, pobres, huérfanos, abandonados, bajo el puente del Mapocho una noche de extremas temperaturas en el invierno del 53, suceso que la prensa oficial intento ocultar y que Teofilo deja como “un racimo de cadáveres” sobre la mesa de los bienpensantes burgueses, denunciando el supremo egoismo de las castas dominantes.
No me referiré a sus trabajos sobre el fascismo, la homosexualidad, el populismo político, sus obras de teatro transgresoras aún hoy a términos que las harían irrepresentables en la sociedad de su pais ... etc. En resumidas cuentas, que no está mal que este poeta, aparentemente menor, aparentemente surrealista burgués, aparentemente admirado por Mestre, aparentemente haya aparecido de nuevo. Un abrazo muy cordial a todos.

L. V. de O.

Anónimo dijo...

Lo sorprendente de este blog es la cantidad de autores y reseñas que se hacen. Mi intriga es: ¿de dónde sacais el tiempo para leer tanto? 800.000 autores, uno por día, evidentemente sois un movimiento, y cuando digo esto hablo de cantidad: una persona sola no podría leerse un libro por día, y aún siendo así, se perdería la vida en los libros, lo cual no dejaría de ser una paradoja, porque un libro siempre es un reflejo de la vida. Sino, pasaría lo de siempre, que acabamos criticando lo que no vivimos, y en definitiva en vez de escribir, leemos. Vamos, que tiene que haber tiempo para ambos. Sino, el vivir se vuelve esquelético y vacuo, un esquema de la vida de los otros, pero en los libros.
Así que... ¿os dedicais exclusivamente y de forma profesional a leer, reseñar y evaluar poesía; o es sólo un pasatiempo?. Pura curiosidad.
Ya sabeis que os sigo.
Un saludo.

Semíramis

Addison de Witt dijo...

Estamos encadenados sin vivir, Semíramis. Es como una secta de clausura.
Tienes razón.
Otro saludo